El
azar quiso que aquel niño risueño y gracioso que fascinaba con su simpatía a
todos los porteros del barrio —¿qué habrá sido de ellos?—, que coleccionaba
compulsivamente todos los fascículos (y hermosas diapositivas) de Jacques-Yves
Cousteau, se convirtiera en un agrio y adusto adolescente de pálido semblante.
Abandonaría definitivamente la niñez el día en que el hermano de un amigo le
puso en casete el Just Like Heaven de
The Cure. Aquel tema, que al principio le pareció aborrecible, tan alejado de
las melodías seductoramente imbéciles de los recopilatorios Monstruo que
atesoraba, iba a clausurar con un sonoro aldabonazo los años de algodonada
niñez para arrastrarlo, con el pelo progresivamente empenachado (y con
tendencia a la alopecia: todo se vendría abajo un día en que unos niños malcriados, tras la verja de la escuela,
corearon maliciosamente “Rappel, Rappel” y aquel aciago día decidió acabar con
todo y raparse al cero, ¿1994?) por la senda de la rebeldía juvenil, en su
versión gótico-siniestra.
Asistió,
el todavía niño, profusamente crepado, maquillado y reverencialmente asustado,
al concierto que The Cure dieron en 1989, en la gira del memorable Disintegration. Luego llegaron, de
Londres, los botines de punta, camisas histriónicamente largas y otras bandas
sonoras de voces guturales e imaginería romántica que ya no le
abandonarían. Aún hoy tiende al negro.
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Nos hemos mudado...
Esta canción a mi siempre me ha parecido muy militar. Quasinazi! me gustan mucho las historias paranoides de este blog. Comparto mi enfermedad por la música.
ResponderEliminarHola !
ResponderEliminarYo iba al Toque Bcn, en las noches que primero era rollo siniestrillo y luego indie, era en 1995
Saludos !
:-)