Todo
se corrompe. Un músico, un escritor, un cineasta, en determinado momento,
cuando nada parecía prefigurarlo, algo hace ‘crack’ y se produce una debacle;
aquella forma que parecía el reflejo de una personalidad y una manera única de
ver el mundo —el estilo— se quiebra. Por lo general, este cambio se produce a
peor. No siempre se pueden determinar los motivos. A menudo esto es debido a
que la rabia juvenil o la visceralidad de las primeras manifestaciones, en el terreno
que sea, se apagan, se enfría la lava primigenia, nace un hijo, uno se
aburguesa, se pierde, se vende (a una major, a una puta). O quizás, simplemente, que
el talento se agota. Los casos son incontables. Lo que empezó naciendo como un
deseo insobornable por expresar algo urgente, impostergable, muta en intereses
espurios: el amateur se
profesionaliza; antes le parecía bien viajar en autocar, ahora quiere conducir
un deportivo... La historia de siempre....
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Nos hemos mudado...
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